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Un mito de escasez

La siguiente reflexión está escrita por Aubrey Payne, pasante de World Relief Seattle. Aubrey pasa sus días con World Relief acompañando a personas a sus citas, ayudando en la clase de inglés, entablando relaciones con los recién llegados y colaborando en el proceso de reasentamiento.

Cada día que paso con los participantes de World Relief, recuerdo la generosidad que proviene de la abundancia de Dios.

Hace poco llevé a una madre soltera de Afganistán a una cita agotadora y larga en el Departamento de Servicios Sociales y de Salud. Ella y yo nos reunimos con tres empleados diferentes en un proceso que duró más de cinco horas, sólo para descubrir que le estaban negando los cupones de alimentos. El bebé estaba cansado y de mal humor, al igual que nosotros, y la madre se echó a llorar. El peso de su situación –como inmigrante con muy poco dinero, tratando de comenzar una nueva vida para ella y su bebé– comenzó a hacerse sentir. Nos subimos al auto para conducir a casa. En una expresión de gratitud por mi tiempo, me dio un puñado de chilgoza–un tipo de piñón que se encuentra en Afganistán y que cuesta alrededor de $20 por bolsa.

En La liturgia de la abundancia, el mito de la escasezWalter Brueggeman escribe: “Lo que sabemos sobre nuestros comienzos y nuestros finales, entonces, crea un tipo diferente de tiempo presente para nosotros. Podemos vivir de acuerdo con una ética en la que no estamos impulsados, controlados, ansiosos, frenéticos o codiciosos, precisamente porque estamos lo suficientemente en casa y en paz como para cuidar de los demás como hemos sido cuidados”. La verdad es que muchas personas nunca sentirán que tienen lo suficiente. En Estados Unidos, damos un gran valor al trabajo y a la actividad, y a menudo creemos que no tenemos suficiente tiempo ni recursos para cuidar de los demás como lo hizo Jesús.

La generosidad que me demostró una madre afgana cansada es el tipo de generosidad que veo cada vez que me encuentro con los refugiados e inmigrantes que llegan a World Relief. Como la creencia en la abundancia de Dios supera con creces las restricciones impuestas por la economía o las finanzas personales, esta mujer se sintió conmovida a compartir conmigo una exquisitez cultural, aunque tenía tan poco que ofrecer. Cuando creemos en la buena noticia de la abundancia de Dios, ya no hay excusas para vivir una vida avara y poco solidaria. Si creemos en un Dios que amó al mundo hasta convertirlo en un ser generoso, entonces podemos vivir sabiendo que hay suficiente para todos. Es un tipo diferente de tiempo presente. Podemos estar en paz para cuidar de los demás como hemos sido cuidados, incluso si eso parece un puñado de preciosos piñones.

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