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Sanación para las naciones

Esperanza, paz, amor y alegría. El tiempo de Adviento es un tiempo para que mantengamos estas cosas en la tensión en la que nos encontramos. Cristo ha venido y Cristo vendrá otra vez. Las Escrituras nos brindan imágenes vívidas de cómo la bondad y la vida de Dios están a nuestro alrededor en todo momento. También nos promete una realidad que aún no se ha cumplido. Esta verdad tiende a encontrarse con nosotros de manera un poco diferente a la luz de lo que hemos pasado y lo que anticipamos para nuestro futuro.

Al vivir en comunidad con nuestros vecinos refugiados e inmigrantes, vemos esto de primera mano: la urgencia de esperar, el aferrarse a la esperanza, la lucha por la paz, el anhelo de amor, la búsqueda de alegría. Para cada uno de nosotros, estas cosas se sienten un poco, o tal vez muy, diferentes. Entonces, ¿cómo podemos esperar juntos con ansias? 


En el principio de los tiempos, Dios ordenó su creación a partir de las aguas caóticas y colocó un jardín, el Edén, donde nació la humanidad. En su centro había un árbol de la vida que era una garantía de la presencia permanente de Dios. En Génesis 2 vemos que “de Edén salía un río para regar el jardín” [v. 10] y de allí fluía hacia las tierras circundantes, trayendo vida por dondequiera que pasaba. La presencia de Dios estaba creando y sosteniendo la vida. Como un río, su vida es poderosa, vibrante y perpetua. En cada forma en que Dios se mueve, la muerte se convierte en vida y la carencia se convierte en abundancia. 

El profeta Ezequiel pinta un cuadro similar cuando recibe una visión del templo de Dios en Ezequiel 47:1-12. Describe un río que fluye desde el templo donde la presencia de Dios moraba entre el pueblo, diciendo: “En las orillas, a ambos lados del río, crecerá toda clase de árboles para comer. Sus hojas no se marchitarán, ni faltará su fruto, sino que darán fruto nuevo cada mes, porque el agua para ellos fluye del santuario. Su fruto será para comer, y sus hojas para medicina” [v.12]. Una vez más, ¡Dios está con nosotros, trayendo vida! 

En el libro de Juan, encontramos a Jesús. Y en Juan 4, Jesús se encuentra con una mujer junto a un pozo. Allí, le declara a ella y a nosotros que “el que beba del agua que yo le daré, no volverá a tener sed jamás; el agua que yo le daré se convertirá en él en una fuente de agua que salte para vida eterna” [v. 14]. A lo largo de su vida, Jesús trajo sanidad y restauración dondequiera que iba. Él es nuestra agua viva, como lo demuestra el agua que fluyó de su costado en el Calvario cuando se convirtió en nuestro redentor, cumpliendo toda la ley y los profetas. 

Este hilo, tejido a través de la historia de Dios, culmina en una visión de la Nueva Creación: 

“Entonces el ángel me mostró El río del agua de la vida, brillante como el cristal, que fluye del trono de Dios y del Cordero por el medio de la calle de la ciudad; también, a uno y otro lado del río, El árbol de la vida con sus doce clases de frutos., dando su fruto cada mes. Las hojas del árbol eran para La sanación de las naciones. Ya no habrá más anatema, sino que el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos lo adorarán. Verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes. Y ya no habrá noche. No necesitarán luz de lámpara ni de sol, porque el Señor Dios será su luz, y reinarán por los siglos de los siglos. 

-Apocalipsis 22:1-5 [Énfasis añadido] 


Lo que podemos aprender de esta temporada de Adviento…

En este Adviento volvemos nuestros corazones hacia la gran esperanza que ha llegado al mundo. Como nos dice Apocalipsis 22, veremos una vez más la presencia de Dios que nos trae vida como un río caudaloso. Esta es la fuente de esperanza, paz, amor, alegría y vida que impulsa nuestro amor por el prójimo y nuestro deseo de vernos a todos transformados juntos. Aunque nuestro cansancio se manifiesta de diferentes maneras, nuestra restauración se manifiesta en una sola forma: el Salvador, que es Cristo el Señor. Así, nosotros, junto con cada tribu, lengua y nación, podemos celebrar la llegada de nuestro Rey, el río de vida eterna, la vid cuyas hojas nos brindan sanación. 


Escritor: Carter Brinkley

Coordinador de voluntarios en World Relief Memphis


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