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Misericordia sobre juicio

Por KJ Hill y Reema Nasrallah //

La trágica caída del gobierno de Afganistán ha llevado a la comunidad internacional a unirse para ayudar a los evacuados que huyen de los talibanes. Más de 1.000 Está previsto que muchos de estos evacuados afganos se reasienten en Carolina del Norte en los próximos meses.

Como pastor, he recibido muchas preguntas sobre esta crisis. Muchas de ellas tienen su raíz en la compasión y un sincero deseo de ayudar, como “¿Cómo podemos ayudar a las personas que llegan a superar el choque cultural?o “¿Cómo podemos satisfacer necesidades básicas como vivienda, ropa y alimentación?" Otras preguntas revelan cinismo, angustia y miedo, como “¿Cómo sabemos que se puede confiar en las personas que vienen aquí?” o “¿Cómo sabemos que son quienes dicen ser?”" Estas preguntas —que también se formulan respecto de los solicitantes de asilo en nuestra frontera sur— no son nuevas, pero en realidad son las mismas preguntas que hacía la iglesia primitiva.

En Antioquía del siglo IV, Arzobispo Juan Crisóstomo Se opuso a las congregaciones que se quejaban de los pobres extranjeros (incluidos los refugiados y los inmigrantes económicos) que llegaban a su ciudad: “Pero ¿hasta qué punto [los pobres] tratan de engañarlos? Son fugitivos, dicen, extranjeros, criaturas sin valor, que han abandonado su tierra natal y se están reuniendo en nuestra ciudad. ¿Resienten esto, díganme, y arrancan la corona de honor de su ciudad, porque todos los hombres la consideran un refugio común y la prefieren a su propia tierra? No, más bien, por esta razón deberían regocijarse y regocijarse, porque a ustedes, como a un mercado común, todos corren, y consideran a esta ciudad su madre común”. Leer más en Prensa Bautista.

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